ESTO Y AQUELLO

Publié le par militante

La clave es el reto.-

 

El marxismo-leninismo fue la interpretación que hizo V. I. Lenin del marxismo de acuerdo a las condiciones rusas durante la Primera Guerra mundial (1914-1921). Como Rusia, en ese entonces, era un país del Tercer Mundo, la ideología marxista-leninista se propagó entre las vanguardias de los países periféricos como guía para la acción en la lucha anticolonialista.

 

En las naciones centrales del “sistema-mundo” se extendió, al contrario, la tesis de K. Kautsky, proclive a los intereses nacionales de Alemania. Tenía a su favor ser el heredero ideológico de Engels, que era tanto como ser nieto del mismísimo Marx.

 

En Inglaterra, el marxismo se transmutó en el socialismo fabiano. La “sociedad fabiana” fue el germen del Partido Laborista que, a decir verdad, hoy día tiene poco de socialista y mucho de inglés, pero que en los años tormentosos era la única referencia socialista británica. El pensador de los fabianos fue un humorista al estilo de Bernard Shaw y no al estilo de Oscar Wilde que más bien se decantó por las lecturas del viejo Kropotkin.

 

En los Estados Unidos el socialismo nunca pudo constituir un partido nacional con miras a conquistar la Presidencia. El mismo intento de Eugene V. Debs, candidato a la Casa Blanca por el Partido socialista, alcanzó su mayor votación en 1920 con un 6% de votos. Las características de la sociedad estadounidense harían imposible una corriente basada en el marxismo o en cualquier otra tendencia europea porque esa sociedad se ha basado siempre en el individualismo más acérrimo donde cada sujeto tiene su propio dios.

 

Así que el marxismo-leninismo devino en la ideología de las élites sin poder político del mundo colonial. El atractivo ruso o chino en realidad era el atractivo del desarrollo sin seguir los lineamientos de las viejas metrópolis coloniales. En efecto, Rusia había logrado dejar de ser un país semifeudal a pasar a ser un “país socialista” y, tras la Segunda Guerra mundial, gracias a las bayonetas del ejército rojo, había extendido su sistema a la Europa del este. La China, desde 1949, comenzó un proceso que siguió, en gran medida, el modelo ruso pero añadiéndole ingredientes campesinos propios de lo que era el país: una sociedad campesina.

 

Pero en ninguno de esos países se seguía el modelo de Marx por la muy sencilla razón de que tal modelo se refería a sociedades centrales y no a sociedades coloniales o postcoloniales. La “variable oculta” de la teoría marxista era el mundo colonial. Todo indica, sin embargo, que la teoría marxista estaría al final del camino y no al comienzo de una revolución. Es decir, no puede haber proletariado en sí y para sí si no hay desarrollo de las fuerzas productivas y éstas sólo pueden darse mediante la conquista nacional de la ciencia y de la tecnología. Cuando las fuentes de materias primas dejan de ser estables el sistema-mundo se agrieta: la grieta no se abre en 1968 con las revoluciones estudiantiles sino en 1973 con el embargo de los países árabes de la OPEP que hace subir vertiginosamente los precios del petróleo.

 

El promotor de la OPEP fue, en 1960, el venezolano Juan Pablo Pérez Alfonso. Pertenecía a esa generación de venezolanos que vieron con anticipación la importancia del petróleo para desarrollar el país, pero se dejó llevar, en cierta forma, por la política proyanqui de Rómulo Betancourt, en cuyos dos gobiernos fue ministro.

 

A decir verdad, en la sociedad venezolana del siglo XX los conservadores eran los que seguían con las reminiscencias de la sociedad de castas de la Colonia, acurrucados por la Iglesia Católica; en tanto, que los sectores progresistas se inscribían en el uso del petróleo para el desarrollo. El marxismo-leninismo, por tanto, fue parte de la mercancía soviética que llegó por estos lares. Pero jamás tuvo impacto sobre las masas nativas sino sobre élites de intelectuales.

 

La época de oro del PCV no fue precisamente la época de la lucha armada (1960-1967). Sino la década de los 1950’s. Pero jamás alcanzó a ser un partido-de-masas sino un partido-de-cuadros especialmente juveniles y sindicales.

 

Pero los tiempos han cambiado vertiginosa y radicalmente, aunque la explotación y la opresión continúan. Nadie niega que en la teoría de Marx, en los aportes de Lenin y en la de otros, haya contribuciones a la teoría revolucionaria, mas sería demasiada presunción suponer que ya tenemos elaborada “la” teoría revolucionaria. Tal cosa no existe.

 

Hay un horizonte socialista pero cada día es más utópico. Se podría incluso sostener que se ha “descubierto” que la única forma de salir del capitalismo por la vía socialista consistiría en mutar radicalmente la lógica de la explotación de la naturaleza que está a la base de la “civilización capitalista”. Y, quien dice explotación despiadada de la naturaleza dice también explotación despiadada de los “pueblos campesinos”. Evidentemente, el ecologismo, desde la crisis energética de 1973, ha realizado importantes aportes a la teoría socialista.

 

Así que no hay de que alarmarse cuando Chávez dice que el marxismo está superado y que la clase trabajadora ya no es el sujeto de la revolución. Es la línea del discurso de Baduel, y, recordémoslo, Baduel es uno de los fundadores del MBR-200, de los cuatro que se juramentaron, en 1983, en el famoso samán de Güere. Permaneció en el ejército el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992 porque así lo dispuso el movimiento de los oficiales revolucionarios.

 

Ahora bien, por el hecho de que Chávez dude que la ortodoxia marxista o marxista-leninista sea viable no significa que la lucha de clases deje de existir: ninguna ley habilitante ni tampoco ningún decreto del gobierno bolivariano la podrá suprimir. Mientras tengamos obreros y patronos, aunque el patrón sea el gobierno revolucionario o el consejo comunal, o la empresa cogestionada, o la empresa de producción socialista, o la cooperativa “Las amantes del Libertador”, tendremos lucha de clases. Lo que cuenta aquí es como vayan evolucionando las modificaciones sociales dentro del proceso bolivariano. Porque la sociedad comunitarista y comunitaria que aspiramos a construir con la reforma constitucional tampoco será la Arcadia.

 

Lo que sí es evidente es que en las bases del proceso bolivariano hay muchas ideas que ensamblan con las prédicas ecológicas, democráticas y productivistas del anarquismo social: no sólo productivistas en el plano de los bienes materiales sino también en el plano de los bienes espirituales y, en cierta forma, con redescubrimientos religiosos con los antepasados de América.

 

A la vez, la clave de todo el proceso, es decir, de la Revolución, es, en gran medida, la clave de nuestro siglo XX: ¿seremos capaces de construir una sociedad que viva de su propio trabajo y no que se base en una renta petrolera cuyo valor en el mercado internacional depende de los vaivenes del precio de la energía proveniente de los combustibles fósiles?

 

Yo creo que sí. Ojalá los hechos no me desmientan.-

 

Floreal Castilla.-

Venezuela, 3 de agosto de 2007.-

Publié dans iniciativa-comunista

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